Es
viernes, ocho y media de la noche y estoy de nuevo visitando la acogedora sala
de teatro Adolfo Llauradó, en la Casona de Línea, esta vez para disfrutar del
estreno de la obra “Los amantes”, versión del dramaturgo cubano Juan Carlos
Cremata Malberti y su grupo El Ingenio. Cremata hace una versión de la obra El
amante, del dramaturgo inglés Harold Pinter.
Una pareja en La Habana, se atreve a mostrar
varias caras en su juego para demostrar la diversidad que implica el amor.
La Habana, calurosa, controvertida,
feminista y de situaciones sofocantes lleva a las relaciones amorosas más allá
de parejas. Buscan el placer con retozos, deseos y satisfacciones en Uno y en
Otra, más allá del matrimonio.
Desde mi sencilla butaca disfruté muchísimo
de las diferentes escenas donde se mezcla la actuación, con el canto y la
danza. Estuve colmada de risas por las situaciones locas y simpáticas de la
obra. Y también te permite reflexionar sobre la realidad cotidiana de nuestro
país.
Desde mi posición de espectadora -y no soy
crítica de teatro-, quiero expresar los sinsabores que me dejó la puesta en
escena “Los amantes”.
Respeto y entiendo la nueva apertura del
teatro con toda la diversidad de género, desnudos, sexualidad, diálogos y
demás. Un teatro revolucionario y crítico de la sociedad en que vivimos.
Atrevidos diálogos y representaciones que nos llevan a todos a la reflexión
total de las situaciones que afrontamos en la vida cotidiana, todo eso lo
entiendo y tengo la capacidad de comprenderlo. Incluso sabemos, que el teatro y
las artes en general, en todas las épocas, han expresado la situación social
imperante.
Lo que no puedo entender, y confieso que me
sobrecogió cuando lo presencié, es ver la manera en que se utiliza la imagen
del Che Guevara, símbolo internacional, ejemplo de millones de hombres y
mujeres, una figura que inspira a muchos jóvenes en el mundo.
Creo que también el público merece un
respeto, creo que la figura del Che no es propiedad de nadie, es de todos, y
por tanto no debemos irrespetar con esas escenas a los que estamos disfrutando
de la obra. Mis sentimientos, mi capacidad del intelecto, mi humanismo, merecen
consideración.
Eso no hará a la puesta mejor, al contrario
creo que mezclar esos símbolos y utilizarlos irrespetuosamente, la hará peor.
Con todo el respeto y la profesionalidad que
ha demostrado el director de la puesta en escena, y con toda la estima que me
merece, expreso que el Che Guevara nos pertenece a todos y para admirarlo y
respetarnos a nosotros mismos, su imagen debe ser usada con honores.
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