Desde muy jovencita - ya no lo soy tanto-,
he deseado escribir, y como todos, alguna vez lo hice. Por aquellos años en una
libreta rayada, daba lo mismo con lápiz o con bolígrafo, lo mismo poemas que
algún sentimiento que daba vueltas en mi cabeza de adolescente, no importaba,
lo importante era que quedara escrito, que quedara plasmado en el papel las
pasiones, los amores y desamores, los tropiezos, las alegrías y también las
tristezas.
Guardé celosamente aquella libreta con todos
y cada uno de los apuntes y poemas durante muchísimos años, hasta un día en que
mi hija la descubrió y quiso leerla, releerla, y tal vez -estoy segura-,
copiarme alguna frase que le haya gustado.
Ella como yo, o igual a todas, tuvimos
diarios, libretas de poemas y hasta secretos, a veces compartidos con una
amiga. No sé qué rumbo tomaron aquellos sentimientos llevados a escritura
tantos años engavetados, y tantas veces releídos, y por más que me esfuerzo día
a día en su búsqueda no logro encontrar ni tan solo una de sus hojas portadora
de tantos recuerdos.