“La música es la más bella forma de lo bello”
José Martí
Según
el Pequeño Diccionario Larousse Ilustrado define a la música como el arte de
combinar los sonidos de un modo agradable al oído.
Muchos somos los que disfrutamos de una buena
canción, un buen cantante, una buena música, sea el género que sea. Bailable,
instrumental, sinfónica, nacional, extranjera… Un buen cubano se caracteriza
por gustarle cualquier música.
Sin embargo nuestros oídos siguen rechazando
la música amplificada a todo volumen, la hiperdecibélica, y no por haberse
escrito tantas veces sobre el tema de la música alta este pierde vigencia e
importancia.
Seguimos siendo víctimas de choferes
inescrupulosos que llevan puesta la música, “a todo lo que da”, en los ómnibus
públicos, sea la hora que sea. Mientras los pasajeros en total SILENCIO se
resignan simplemente a llegar a su destino para abandonar la obligada
discoteca, como si el ómnibus fuera particular y el chofer nos hubiera hecho el
favor de llevarnos.
¿No se dan cuenta que nos están agrediendo
los tímpanos? Que violan nuestros derechos, nuestro espacio. ¿Que nos obligan,
torturándonos a escuchar, quizás, una música que no nos gusta?
Estos hombres del timón no se dan cuenta que
los pasajeros que dependen de ellos para trasladarse de un lugar a otro pueden
llevar la tristeza de un familiar enfermo, pueden estar afligidos por haber
perdido un ser querido e ir camino a acompañarlo a su última morada?
¿No pueden pensar que los pasajeros que
trasladan, sus compatriotas, pueden estar ellos mismos enfermos o cansados de
una larga jornada de trabajo?
Lamentablemente, todavía hay algunas de
estas especies que no están en peligro de extinción.
Hay que decir que estos trabajadores del
transporte realizan una gran labor, importante labor, queridos y respetados por
todos. Cualquier día a cualquier hora en las condiciones que sean ellos
realizan viajes y viajes para llevar a todos los ciudadanos que dependen de ese
medio para trasladarse.
Pero no podemos permitirle a algunos que
violen las normas elementales de disciplina ciudadana. Nos falta también por
parte de las autoridades competentes la exigencia en el momento oportuno.
Sabemos también que es un deber de todos los ciudadanos cooperar con que estas
normas se cumplan.
La disciplina social tiene que estar avalada
por una conciencia de respeto a los demás y a uno mismo.
Rescatemos la ética, los valores y el
respeto ciudadano. Debemos ser más exigentes con aquellos que no quieran
cumplir con lo que está establecido para que la cadena social pueda volver a la
normalidad.
La culpa no la tiene nadie… como dice el Dúo
Buena Fe. Pues sí, la culpa la tenemos TODOS.
Cuando vemos que quien debe dar el ejemplo
es el primer infractor de la disciplina poniendo la música en “su”, nuestro
ómnibus a volumen tan alto que no podemos siquiera peguntarle al de al lado si
se baja en la próxima parada, porque no nos puede escuchar.
El ejemplo entra por casa. ¿Qué moral tendrá
el que maneja la guagua en llamar la atención a quiénes no cumplan dentro del
ómnibus con lo establecido, si es el primero en no cumplir?
Yo, usted, él, aquel, el otro, TODOS,
tenemos que dejar y eliminar las actitudes conformistas, la inmovilidad, las
actitudes impasibles y tomar partido con todo el derecho que nos asiste a
llamar la atención cuando vayamos en un ómnibus y oigamos a Marc Anthony, la
Charanga o a un reguettonero dejándonos sordos.
¡Silencio, por favor! Bajemos el volumen.
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