sábado, 19 de enero de 2019

En La Habana, una catedral teje su historia



Su fachada… “música convertida en piedra”
-       Alejo Carpentier

 Impresiona su majestuosidad. Estremece su historia. Atrapa su exquisita belleza arquitectónica.
La Catedral de San Cristóbal de La Habana es uno de los lugares más concurrido y más famoso de la capital. Un sitio de ineludible visita.
Iglesia católica bajo la advocación de la Virgen María de la Inmaculada Concepción y es la Catedral de la Arquidiócesis de La Habana. Se encuentra ubicada en La Habana Vieja, en el Centro Histórico de la Ciudad.
La construcción del templo se realizó entre 1748 y 1777 por los padres jesuitas los que instalaron un colegio de misioneros de los Hijos de San Ignacio, que se terminó en 1767.
En 1777 se inaugura el santuario, el que se dedicó desde su inicio a la Virgen María de la Concepción Inmaculada, cuya imagen es visible en el Altar Mayor.
Transcurrió más de una década para que comenzara el proceso de convertir el antiguo oratorio en Catedral de La Habana, lo que ocurrió en 1789.
Con el obispado de Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, se realizaron reformas significativas que incluyó la eliminación de adornos, estatuas y altares por considerarlos de mal gusto, y fueron sustituidos por cuadros de óleo que en su mayoría eran copias de originales. Se reemplazó el piso de piedras por uno de mármol blanco y negro, el que mantiene actualmente. 
Entre 1946 y 1949 también se renovaron sus techos por uno de piedra con forma de bóveda, gracias a eso tuvo más iluminación, ventilación, seguridad y belleza. En etapas posteriores también fue objeto de otras modificaciones en su interior.
Su arquitectura de estilo barroco, es considerada de la corriente toscana, por sus dos torres campanarios laterales. Su templo forma un rectángulo de 34 metros de ancho por 36 de largo. Posee tres naves y ocho capillas contiguas, divididas por gruesos pilares. 
Las esculturas y la orfebrería del altar y del altar mayor estuvieron a cargo del italiano Bianchini, y se realizaron en Roma en 1820 bajo la dirección del  afamado escultor español Antonio Solá.  Tras el altar se puede observar tres frescos originales del pintor italiano Perovani. Y las pinturas interiores las realizó el pintor francés Jean-Baptiste Vermay.
Una de las capillas, la de Nuestra Señora de Loreto, tiene una entrada independiente. Su cúpula, que está por debajo de las torres laterales, se aprecia desde los edificios aledaños con un intenso color naranja. 
A un costado de la nave central de la iglesia se puede ver la imagen de San Cristóbal, que en griego significa “Portador de Cristo, uno de los cuatro santos protectores y que es el patrón de la ciudad de La Habana. En las religiones afrocubanas, San Cristóbal se ha sincretizado con el orisha Aggayú Solá, deidad protectora de los débiles, sus creyentes también asisten a rendirle culto.
En su interior se han descubierto tumbas de obispos y personajes ilustres de la ciudad y de Cuba, firmas de miles de manos sobre las paredes, huellas de la esclavitud y el arte de la época.
La Catedral de La Habana está abierta y recibe a visitantes sean religiosos o no, de Cuba y del mundo, a todo el que con respeto y devoción asisten a rezar, a meditar o a recrear y admirar las valiosas obras que atesora a lo largo de siglos de existencia.
Las misas, bautizos, bodas, ceremonias oficiales de la arquidiócesis,  y otras celebraciones que allí se realizan, alcanzan un gran valor religioso e histórico, y es que este lugar se ha convertido en símbolo de la ciudad. Admirado por sus fotografías, dibujos, pinturas, referencias históricas, literarias, cinematográficas y su impresionante hermosura interior.
 Su fastuosa fachada, esculpida en piedra, se considera una de las más lindas entre los códigos del barroco en América. Igualmente sirvió de modelo a seguir para muchas de las fachadas de los palacios coloniales habaneros.
Con sus planos cóncavos y convexos y sus admirables columnas, estremece al ser observada desde cualquier ángulo. Su diseño adquiere asombrosos contrastes de luz y sombra que son favorecidos por el clima tropical. Se ha dicho de su estilo, con auténtica poesía, que su cornisa se encrespa, y sube y baja con la ligereza de una ola de mar, como lo hace en ese edificio. La Plaza donde está situada, y a la que le da su nombre, pareciera por su ubicación que es una plaza cerrada, sin que lo esté realmente.
Alejo Carpentier decía que su fachada era “música convertida en piedra” y José Lezama Lima, afirmaba que con sus curvas, remedaba el oleaje marino.

Caminar por la Habana Vieja y admirar esa maravillosa iglesia, exclusiva del período colonial, es convivir con la tradición de la ciudad  y conocer la identidad de nuestro pueblo, sus costumbres y su cultura. Es poder ilustrar nuestra historia a los que la visitan. 
Es perpetuar su leyenda, su encanto, sus misterios y su distinción.

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