Prestigiosas figuras dijeron del poeta:
Enrique José Varona escribió que “la importancia de sus versos residía en el
espíritu que los vivificaba”… De Pulso y onda dijo Rafael Alberti que lo
ubicaba en el meridiano de su tiempo… Juan Ramón Jiménez dijo: “gran poesía la
suya, donde la increíble riqueza de imágenes corre pareja con su musicalidad
augusta y resonante”… Cintio Vitier expresó “Cuba está íntegra en su palabra y
en su gesto de gran poeta”… y Juan Marinello aseguró que era el poeta de la
Revolución.
El 29 de agosto de 1894 nació en Jovellanos,
provincia de Matanzas el poeta y periodista revolucionario cubano Manuel
Navarro Luna.
Su familia fue de raíces mambisas. Su padre,
capitán del ejército español, fue asesinado por sus compañeros después de
descubrir su apoyo a la independencia de Cuba.
Navarro Luna vivió en Manzanillo desde su
niñez, donde pasó casi toda su vida. Estudió música y se desempeñó en varios
oficios como limpiabotas, sereno; pero fundamentalmente como barbero.
Su poesía se da a conocer en 1915 cuando
publica en varias revistas manzanilleras. Inmediatamente en ese mismo año, el
Primero de Mayo se identifica públicamente en sus actividades revolucionarias
leyendo el soneto titulado Socialismo.
En 1930 ya es miembro del Partido Comunista
y participa en actividades contra la dictadura machadista. Por sus convicciones
y labor políticas sufrió persecución y prisión. Trabajó en la alcaldía de
Santiago de Cuba junto a Paquito Rosales, donde se entregó totalmente a la
lucha social.
Colaboró desde la clandestinidad con los
grupos revolucionarios en la lucha contra Batista.
Sus ideales revolucionarios, el amor a la
patria y a las figuras independentistas, así como la situación social e
histórica que vivía nuestro país siempre estuvieron presentes en sus obras.
En sus más emotivos poemas aparecen la
figura de Antonio Maceo, Mariana Grajales y nuestra Ciudad Héroe, Santiago de
Cuba.
Luego del triunfo revolucionario en 1959 se
incorporó al proceso de cambios para construir una sociedad más justa.
Como periodista participó activamente en la
prensa tanto radial como escrita y colaboró en distintas publicaciones. En los distintos actos públicos que se
realizaban en esa etapa llevaba al pueblo sus versos patrióticos.
Aun cuando su salud ya estaba deteriorada él
seguía ofreciendo conferencias, recitales y colaborando como periodista hasta
que desaparece físicamente en La Habana el 15 de junio de 1966, próximo a
cumplir los 72 años de edad.
Cada año se le rinde homenaje de recordación en
peregrinación hasta donde reposan sus restos.
El Centro de Promoción Manuel Navarro Luna
instaurado en 1994 es una institución que trabaja con el objetivo de recuperar
la memoria literaria y en la promoción y diálogo con nuevos escritores. También
cada año se realiza el evento de poesía en su honor y se entrega el Premio
Manuel Navarro Luna a los mejores poemarios inéditos del país.
SANTIAGO
DE CUBA
Deja
que los muertos entierren a sus muertos
¡Es
Santiago de Cuba!
¡No os
asombréis de nada!
¡Por
allí anda la madre de los héroes!
¡Por
allí anda Mariana!
¡Estaréis
ciegos
si no
veis ni sentís su firme y profunda mirada...!
¡Estaréis
sordos si no escucháis sus pasos;
si no
oís su tremenda palabra!
“¡Fuera!
¡Fuera de aquí!
¡No
aguanto lágrimas!”
Así
exclamó aquel día, junto al cuerpo de Antonio
— ¡de
Antonio, nada menos, que sangraba
herido
mortalmente!— cuando todas
las
mujeres allí gemían y lloraban...!
“¡Fuera!
¡Fuera de aquí!
¡No
aguanto lágrimas!”
¡Es
Santiago de Cuba!
¡No os
asombréis de nada!
Allí
las madres brillan
como
estrellas heridas y enlutadas.
Recogieron
el cuerpo de sus hijos
derribados
por balas mercenarias,
y,
después, en la llama del entierro,
iban
cantando el himno de la Patria.
¡También
lo iban cantando, junto a ellas,
el
corazón, sin sueño, de Mariana...!
“¡Fuera!
¡Fuera de aquí!
¡No
aguanto lágrimas!”
Hay
muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros;
¡hay
muertos que no caben en las tumbas cerradas
y las
rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos,
para
seguir guerreando en la batalla...!
¡Únicamente
entierran los muertos a sus muertos!
¡Pero
jamás los entierra la Patria!
¡La
Patria viva, eterna,
no
entierra nunca a sus propias entrañas...!
¡Es
Santiago de Cuba!
¡No os
asombréis de nada!
¡Los
ojos de las madres están secos
como
ríos sin agua!
¡Están
secos los ojos de todas las mujeres!
Son
fuentes por la cólera agostadas
que
están oyendo el grito
heroico
de Mariana:
“¡Fuera!
¡Fuera de aquí!
¡No
aguanto lágrimas!”
¡Venid!
¡Venid, clarines!
¡Venid!
¡Venid, campanas!
¡Venid,
lirios del fuego,
a
saludar las rosas de vuestras propias llamas!
Agosto
de 1957
A
CAMILO
Tienes
que estar caído,
tremendamente
desgarrado y caído,
para
que no respondas al pueblo que te llama
y ahora
te busca entristecido,
en la
sombra, en la luz, en la llama;
en los
desfiladeros trágicos, en la fuerte,
en la
fría razón de la caída...
¡A ti,
libertador de nuestra vida...!
¡A ti,
libertador de nuestra muerte...!
Tienes
que estar despedazado, destruido,
para
que tú, Camilo, siempre un mástil erguido,
un
nardo nazareno enardecido,
ahora
no le respondas,
con tu
voz limpia y alta de metal afilado,
a estas
tercas y hondas
angustias
de tu pueblo consternado.
¡Tienes
que estar tremendamente muerto...!
¡Tremendamente
muerto...!
¡Muerto!
¡Muerto!
Camilo
Cienfuegos... ¡muerto!
¡Bueno,
Patria profunda y herida,
Patria
mía dolida,
si es
cierto
que
Camilo Cienfuegos está muerto,
coge el
llanto y exprímelo en tus llamas
y abre
al sol tus eternos oriflamas...!
Te
quedan otros hijos, otros fuertes escudos,
otras
espadas fuertes, ilustres y gloriosas.
El
camino es de golpes terribles y sañudos
y no de
lirios y de rosas.
Pero
responderán, en violentos anillos
de
cólera y de muerte, los guajiros viriles.
¡Será
un trueno tremendo de cuchillos...!
¡Será
un trueno tremendo de fusiles...!
Tú,
Fidel, tú, Guevara,
tú,
Raúl, y tú, Almeida… ¡Comandantes…!
¡Siempre
daréis la cara...!
Siempre
saldréis al fuego, no después, sino antes.
Pero a
la calle fría, donde las sombras viles
se
arrastran como sierpes cobardes y traidoras,
salid
siempre con un cinturón de cuchillos
y con
un cerco de ametralladoras.
2 de
noviembre de 1959
¡ADELANTE!
Era
joven y fuerte. Y yo sé que tenía
La
obsesión de una estrella que fulgía
En la
sombra de un cielo horripilante.
Dicen
que estaba loco, porque sólo sabía
Mirarla
y exclamar: ¡Adelante…! ¡Adelante…!
En la
mazmorra fúnebre donde fue sepultado
En una
noche horrenda, y allí martirizado
Por la
guardia feroz y repugnante,
Se
levantó del suelo ensangrentado
Para
exclamar tan solo: ¡Adelante…! ¡Adelante…!
Aunque
nada en las sombras se despierte
Sobre
la llama inerte,
Siempre
se escuchará su clamor delirante
Sobre
los propios hierros de la muerte;
¡Adelante…!
¡Adelante…!
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