- Alejo Carpentier
Impresiona su majestuosidad.
Estremece su historia. Atrapa su exquisita belleza arquitectónica.
La Catedral de San Cristóbal
de La Habana es uno de los lugares
más concurrido y más famoso de la capital. Un sitio de ineludible visita.
Iglesia católica bajo la
advocación de la Virgen María de la Inmaculada Concepción y es la Catedral de
la Arquidiócesis de La Habana. Se encuentra ubicada en La Habana Vieja, en el
Centro Histórico de la Ciudad.
La construcción del templo
se realizó entre 1748 y 1777 por los padres jesuitas los que instalaron un
colegio de misioneros de los Hijos de San Ignacio, que se terminó en 1767.
En 1777 se inaugura el santuario,
el que se dedicó desde su inicio a la Virgen María de la Concepción Inmaculada,
cuya imagen es visible en el Altar Mayor.
Transcurrió más de una década
para que comenzara el proceso de convertir el antiguo oratorio en Catedral de
La Habana, lo que ocurrió en 1789.
Con el obispado de Juan José
Díaz de Espada y Fernández de Landa, se realizaron reformas significativas que
incluyó la eliminación de adornos, estatuas y altares por considerarlos de mal
gusto, y fueron sustituidos por cuadros de óleo que en su mayoría eran copias
de originales. Se reemplazó el piso de piedras por uno de mármol blanco y negro,
el que mantiene actualmente.
Entre 1946 y 1949 también se
renovaron sus techos por uno de piedra con forma de bóveda, gracias a eso tuvo
más iluminación, ventilación, seguridad y belleza. En etapas posteriores también
fue objeto de otras modificaciones en su interior.
Su arquitectura de estilo
barroco, es considerada de la corriente toscana, por sus dos torres campanarios
laterales. Su templo forma un rectángulo de 34 metros de
ancho por 36 de largo. Posee tres naves y ocho capillas contiguas,
divididas por gruesos pilares.
Las
esculturas y la orfebrería del altar y del altar mayor estuvieron a cargo del
italiano Bianchini, y se realizaron en Roma en 1820 bajo la dirección del afamado escultor español Antonio Solá. Tras el altar se puede observar tres frescos
originales del pintor italiano Perovani. Y las pinturas interiores las realizó el
pintor francés Jean-Baptiste Vermay.
Una
de las capillas, la de Nuestra Señora de Loreto, tiene una entrada
independiente. Su cúpula, que está por debajo de las torres laterales, se aprecia
desde los edificios aledaños con un intenso color naranja.
A un
costado de la nave central de la iglesia se puede ver la imagen de San
Cristóbal, que en griego significa “Portador de Cristo”, uno de los cuatro
santos protectores y que es el patrón de la ciudad de
La Habana. En las religiones afrocubanas, San Cristóbal se ha
sincretizado con el orisha Aggayú Solá, deidad protectora de los débiles, sus
creyentes también asisten a rendirle culto.
En
su interior se han descubierto tumbas de obispos y personajes ilustres de la
ciudad y de Cuba, firmas de miles de manos sobre las paredes, huellas de la
esclavitud y el arte de la época.
La
Catedral de La Habana está abierta y recibe a visitantes sean religiosos o no,
de Cuba y del mundo, a todo el que con respeto y devoción asisten a rezar, a
meditar o a recrear y admirar las valiosas obras que atesora a lo largo de siglos
de existencia.
Las
misas, bautizos, bodas, ceremonias oficiales de la arquidiócesis, y otras celebraciones que allí se realizan,
alcanzan un gran valor religioso e histórico, y es que este lugar se ha
convertido en símbolo de la ciudad. Admirado por sus fotografías, dibujos,
pinturas, referencias históricas, literarias, cinematográficas y su
impresionante hermosura interior.
Su fastuosa fachada, esculpida en piedra, se
considera una de las más lindas entre los códigos del barroco en América. Igualmente
sirvió de modelo a seguir para muchas de las fachadas de los palacios
coloniales habaneros.
Con sus
planos cóncavos y convexos y sus admirables columnas, estremece al ser
observada desde cualquier ángulo. Su diseño adquiere asombrosos contrastes de
luz y sombra que son favorecidos por el clima tropical. Se ha dicho de su
estilo, con auténtica poesía, que su cornisa se encrespa, y sube y baja con la
ligereza de una ola de mar, como lo hace en ese edificio. La Plaza donde está
situada, y a la que le da su nombre, pareciera por su ubicación que es una
plaza cerrada, sin que lo esté realmente.
Alejo
Carpentier decía que su fachada era “música convertida en piedra” y José Lezama
Lima, afirmaba que con sus curvas, remedaba el oleaje marino.
Caminar por la Habana Vieja y admirar esa maravillosa iglesia, exclusiva del período colonial, es convivir con la tradición de la ciudad y conocer la identidad de nuestro pueblo, sus costumbres y su cultura. Es poder ilustrar nuestra historia a los que la visitan.
Caminar por la Habana Vieja y admirar esa maravillosa iglesia, exclusiva del período colonial, es convivir con la tradición de la ciudad y conocer la identidad de nuestro pueblo, sus costumbres y su cultura. Es poder ilustrar nuestra historia a los que la visitan.
Es perpetuar su leyenda, su encanto, sus misterios y su distinción.
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