
No tuve la dicha de conocerlo porque cuando murió era apenas una niña de 7 años, pero siempre supe de su existencia, de su talento, de su popularidad y del cariño y el respeto que siempre tuvieron por él sus compatriotas. Fue querido por todos, convirtiéndose en un mito del pueblo cubano. Hoy quiero recordarlo en el centenario de su natalicio.
Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, Benny Moré,
conocido por “El Bárbaro del Ritmo” o
“El Sonero Mayor”. Nació
el 24 de agosto de 1919 en el barrio Pueblo Nuevo de Santa Isabel de las Lajas
en la provincia de Cienfuegos y murió en La Habana el 19 de febrero de 1963 a
la edad de cuarenta y tres años.
Desde
muy niño se inclinó por las manifestaciones musicales y vocales. Su familia
estuvo muy ligada al Casino de los Congos, cofradía fundada en el siglo XIX por
un grupo de negros Congos libertos, influencia que desde muy temprana edad le
ayudó a desarrollar capacidades rítmicas de origen africanas y que le sirvió
para su futura carrera artística. Allí aprendió a cantar y a bailar, y también
dominó el toque de diferentes tambores.
Abandonó
los estudios en cuarto grado y se puso a trabajar en labores agrícolas para
ayudar económicamente a su familia. Con su simpatía, su poderosa voz y la
facilidad para el repentismo amenizaba las labores de todos en su barrio de La
Guinea, donde era reconocido y admirado. A los once años fue a Camagüey a
ayudar a su madre como lavandera de varias familias ricas.
Desde
los siete años animaba y organizaba guateques y fiesta y aprendió también a
tocar el tres y la guitarra. En Vertientes se enroló con otros jóvenes en la
creación del Conjunto Avance y más adelante un trío donde fue la voz segunda y
las maracas, tenía 16 años y por primera vez era escuchada su voz. Aunque no
estudió música poseía un don especial para la interpretación, con casi 20 años
llega a La Habana a intentar abrirse camino cantando con su guitarra por los
bares y centros nocturnos de la ciudad.

Al
concluir el contrato en México el Trío Matamoros regresa a La Habana pero él decide
quedarse y probar su carrera en solitario. Al comunicarle su decisión a Miguel
Matamoros, éste le sugiere que se cambie el nombre de Bartolo por ser un nombre
“muy feo” y es cuando asume el nombre de Benny.
En
1946 se casa con la enfermera mexicana Juana Bocanegra y su padrino de boda fue
el afamado cantante mexicano Miguel Aceves Mejía. Desde 1945 y hasta 1950
acompaña a orquestas reconocidas logrando reconocimientos y éxito en sus
presentaciones. En 1948 entra como cantante en la afamada Orquesta de Dámaso
Pérez Prado con la que graba más de 60 discos y su carrera escala
vertiginosamente. Su don natural, su talento, su genialidad, el dominio de la
actuación, junto a la técnica y la habilidad para componer y hacer música de
Pérez Prado fue una explosión perfecta. En giras por distintos estados y el
reconocimiento del pueblo que los escuchó y ovacionó los hicieron acreedores,
al Benny, del título de "Príncipe del mambo" y a Pérez Prado el de
"Rey del mambo". La voz del Benny ya era conocida en Cuba y en varios
países de América Latina. Actuó en varios lugares nocturnos y en famosos
teatros mexicanos y acompañó a grandes artistas y vedettes.
Aunque
disfrutó de una gran fama nunca olvidó a Santa Isabel de las Lajas, su pueblo
natal y así lo demostró en su composición musical que le dedicara.

Admirado y querido por su perfección en la
actuación y el dominio de los diferentes géneros musicales y de la escena.
En
1953 forma su gran Banda Gigante, su querida tribu, como le llamaba. Sus músicos lo querían y respetaban por su
gran humildad. Con su capacidad para cantar, bailar y dirigir la orquesta como
ninguno, demostró una singular personalidad escénica que lo identificó para
siempre.
Entre
1958 y 1962 su salud se deteriora. Su médico y amigo, el doctor Luis Ruiz
Fernández, le diagnostica una grave cirrosis hepática. Dejó de ingerir bebidas
alcohólicas, pero no hizo el reposo que debía, sino todo lo contrario:
incrementó su actividad musical. Era constante su presencia en bailes,
cabarets, radio y televisión, y a pesar de su fortaleza física, su organismo se
deterioraba.

En 1958
viaja con su Banda Gigante a Los Ángeles y Nueva York. Participó en la entrega
de los Premios cinematográficos Oscar, en Hollywood. En 1962 lo invitaron a una
amplia gira por Europa que rechazó porque ya se encontraba mal de salud. El 16
de febrero de 1963, en el pueblo de Palmira de Las Villas, fue su última actuación.
Ingresó
el día 18 en Hospital de Emergencias en La Habana, muchas personas acudían de
día y de noche para saber sobre su salud mediante los partes médicos, incluso
antes que se hiciera público por los medios de comunicación, hasta su deceso el
día 19 de febrero. Su cortejo fúnebre fue acompañado por un mar de hombres y
mujeres del pueblo hasta el local del Sindicato Nacional de Trabajadores de
Arte y Espectáculos ubicado en la calle Prado y Ánimas. Los hermanos le
entregaron al secretario del SINTAE el sombrero tejano y el bastón, que
utilizaba el Benny como batuta, para que fueran entregadas al Museo del SINTAE.

En el Paseo del Prado de la ciudad de Cienfuegos un Monumento lo inmortaliza.
Marcó pautas en la música de nuestro país y dejó un legado definitivo
a todas las generaciones de músicos cubanos. Sin ninguna formación musical
estaba dotado de una tremenda capacidad para realizar sus interpretaciones en diversos
registros de voz. Símbolo del guateque campesino, la descarga, la bohemia, el café, el bar, el
cabaret, el teatro, el espectáculo en general.
Hay muchos motivos para
recordar siempre al Benny. Su humildad y calidad humana que fueron grandiosas.
Su genialidad musical, su gestualidad rumbera, sus pantalones bombaches o bataolas,
zapatos de dos tonos, el bastón y el sombrero. Un verdadero suceso de cubanía y de identidad escénica imponente. Un músico de cuerpo entero. Un ídolo de la
música cubana. Una leyenda.