lunes, 19 de mayo de 2014

Helados y bombas



 Este 19 de mayo se conmemora el nacimiento de Ho Chi Minh. Mi amigo Adanelio Benavides Ramos escribe otro interesante testimonio de la guerra de Viet Nam y el gran líder vietnamita.

Helados y bombas
   Todo el año 1967 fue un año duro y cruento para la parte norte de Viet Nam. El gobierno de Washington mostraba desesperación y escalaba la guerra ante la ejemplar resistencia vietnamita en ambas regiones del país, separadas artificialmente por el paralelo 17.
   La aviación yanqui lo atacaba todo: lo móvil y lo inmóvil, todo lo vivo, todo lo que respirara, todo lo que se moviera.
   Hacia cualquier dirección a la que uno se dirigiera lo seguían (o lo esperaban) explosiones de bombas de distintas formas y calibres, incluyendo las de balines y las de 3 mil libras, lanzadas por cualquiera de sus aviones de asalto: que si F4-H, que si F105, que si  A D-6.

   Este último especialmente diseñado para volar y atacar en cualquier situación meteorológica, pues en Viet Nam, en el otoño, solían -y suelen- formarse enormes y gruesas capas de nubes que en ocasiones impiden visualizar bien los objetivos en tierra. Al A D-6 también lo llamaban “intruder” (intruso). Pero en el verano esos cúmulos se disipaban en torrentes lluviosos bajo los cálidos rayos del sol.
   Los meses de abril y mayo fueron muy tensos en la capital vietnamita, dados los brutales bombardeos norteamericanos que a cualquier hora del día y de la noche arrojaban sus mortíferos artefactos.
   Los cubanos presentes vivíamos un añadido de tensión, ya que a principios de abril en la provincia de Thanh Hoa, un grupo de estudiantes latinoamericanos, que visitaban solidariamente Viet Nam, fue atacado por un F4-H (Phantom) resultando heridos el puertorriqueño José Rafael Varona (Fefel) y el dominicano Danilo Hernández. El primero falleció 11 meses después en un hospital militar de Moscú.
   Era la segunda  vez que los antillanos vivíamos desde muy cerca una dolorosa experiencia, pues en el verano de 1966 (19 de julio) 6 camaradas habían caído cumpliendo sus tareas en áreas combativas alrededor de Hanoi.
   El conocido mes de las flores entró duro y violento, pero todos sabíamos, en especial los vietnamitas, que una fecha importante, bonita y trascendente, se acercaba inexorablemente. La torpe inteligencia militar norteamericana también lo sabía. Fidel Castro estaba al tanto: 19 de mayo, cumpleaños 77 de Ho Chi Minh.
   El criminal y agresivo imperio norteamericano regaló al venerable anciano una andanada de bombas; los sobrinos del Tío Ho le obsequiaron con derroche de heroísmo y audacia en combates en todo el país.
   Y el Comandante en Jefe como siempre, nos hizo quedar bien; pues el querido Presidente-líder-poeta, aquel que en las frías noches de Londres, siendo pinche de cocina, compartía su pedazo de bistec con un mendigo desconocido, el que batió a los japoneses en 23 días y fundó la RDV en 1945; aquel que rindió a los franceses de la Legión extranjera en el Valle de Dien Bien Phu en 1954; el que con un poema desató en 1968 la Ofensiva del Têt, y entró raudo y diligente en Saigón el 30 de abril de 1975 en la mente y los corazones de sus maravillosos sobrinos-soldados, no salía de su asombro ante el original, colorido y delicioso regalo: tenía ante sí todos los sabores de Helados Coppelia de la época.

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